Mis manos ansiaban sentir el temblor de tu cuerpo, anhelaba la fragancia de tu sudor excitado, y lo único que me quedó de ti fueron tus cabellos largos, aparecían en mi almohada, regados por los rincones de la casa donde nos amamos. Fui a buscarte entre el gentío, en las calles desoladas, caminé entre los vagabundos del centro, regresé a los lugares donde coincidimos, y en todos lados encontraba tu rastro. De camino al trabajo, a la universidad, en los parques, en las librerías, veía tantas mujeres parecidas a ti. En los conciertos las había por montones, como ramilletes de flores negras, con sus cabellos largos y ojos oscuros, con indumentaria de terciopelo y encaje negro. Incluso grité tu nombre, y dos o tres de ellas voltearon. A diario, en todos lados, veía mujeres tan parecidas a ti. Algunas eran feas y raras, otras, más bellas, más inteligentes, más simpáticas... pero ninguna de ellas eras tú. Pude haberme conformado con una de las más feas, o deleitarme con una de las más b...