Flores Negras

 Mis manos ansiaban sentir el temblor de tu cuerpo,

anhelaba la fragancia de tu sudor excitado,

y lo único que me quedó de ti fueron tus cabellos largos,

aparecían en mi almohada, regados por

los rincones de la casa donde nos amamos.


Fui a buscarte entre el gentío,

en las calles desoladas,

caminé entre los vagabundos del centro,

regresé a los lugares donde coincidimos,

y en todos lados encontraba tu rastro.


De camino al trabajo, a la universidad,

en los parques, en las librerías,

veía tantas mujeres parecidas a ti.

En los conciertos las había por montones,

como ramilletes de flores negras,

con sus cabellos largos y ojos oscuros,

con indumentaria de terciopelo y encaje negro.

Incluso grité tu nombre,

y dos o tres de ellas voltearon.


A diario, en todos lados,

veía mujeres tan parecidas a ti.

Algunas eran feas y raras,

otras, más bellas, más inteligentes, más simpáticas...

pero ninguna de ellas eras tú.


Pude haberme conformado con una de las más feas,

o deleitarme con una de las más bellas,

pero ninguna de ellas eras tú.


Y cuando mi pecho sintió

ese vacío punzante y doloroso,

fui a buscarte al sepulcro.

Exhumé tu cuerpo,

y cuando por fin te tuve entre mis brazos,

me di cuenta de que ya no estabas tú.




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