HAY NOCHES EN LAS QUE VALE LA PENA MORIR
La luz de plata llena mis pupilas,
hace la noche más romántica.
¡Mozart, ven a mí!
Viajemos juntos a la atmósfera etílica.
¡Tócame, tócame toda la noche!
Tu pequeña música nocturna,
y riamos como locos e imbéciles.
Brindemos sin razón
para después terminar fornicando.
Abriré la puerta
para que entre el viento helado.
Yo, como tú, moriré en el olvido
de los que dijeron una vez amarnos.
Son las tres de la mañana,
mis ojos están cansados,
se desvanecen mis pensamientos,
opacados por tu blanca sonrisa.
Escucha mis gemidos de placer,
el gorjeo del gorrión y el canto de los grillos,
tú y yo, embriagados todo el tiempo de ¡no sé qué!
Se cerrará el telón rojo de terciopelo.
Qué tristeza cuando todo se acaba.
¡Despierta conmigo, Mozart!
Vámonos a ¡no sé dónde!
Ahí viviremos de los excesos y de música,
seremos unos inmortales trasnochados.
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